Es verdad que el frío no hace que te resfríes: lo que sí importa

¿Te dijeron alguna vez que salir sin bufanda fue la razón de tu último resfriado? A mí me lo dijo mi abuela después de un paseo bajo la lluvia. La verdad, no me lo esperaba. Me pasé la semana siguiente en cama, convencido de que el frío había ganado la partida.

Con los años descubrí otra cosa. El frío no hace que te resfríes por sí solo. Lo que sí cambia es el contexto. ¿Te ha pasado también?

Lo que realmente provoca un resfriado

Un resfriado lo causa un virus. Los más comunes son rhinovirus y coronavirus estacionales, no el frío. Para enfermarte necesitas que esas partículas lleguen a tus vías respiratorias y que tu sistema inmune no las elimine rápido.

En la práctica eso significa exposición y vulnerabilidad. Exposición: alguien cerca tose, toca una superficie que luego tocas, o compartes un vaso. Vulnerabilidad: sueño insuficiente, estrés, mala alimentación o enfermedades crónicas.

Ejemplo: trabajas en una oficina con aire acondicionado. Un compañero con síntomas tose en su mano y toca la máquina de café. Al rato, varios compañeros toman café y se tocan la cara. Resultado: varios resfriados en una semana. No fue el frío de la oficina lo que hizo caer a todos. Fue la cadena de contagio.

Por qué asociamos el frío con el resfriado

Hay varias razones por las que relacionamos frío y resfriado. La primera es conductual. En invierno pasamos más tiempo en interiores. Nos juntamos en lugares cerrados y mal ventilados. Ahí los virus circulan mejor.

Otra razón es la fisiológica. El aire frío y seco puede resecar la mucosa nasal. Eso reduce la barrera física que frena a los virus. No es que el frío genere virus, pero facilita su entrada.

Un ejemplo cotidiano: en el transporte público en invierno, la gente está más cerca y las ventanas cerradas. El ambiente seco y la proximidad aumentan la probabilidad de contagio. El frío parece culpable, pero es el entorno el que facilita la infección.

Qué sí funciona para prevenir resfriados

Si el frío no es la causa, ¿qué puedes hacer? Aquí tienes medidas prácticas que sí reducen el riesgo.

Lávate las manos con frecuencia. Es simple y efectivo. Usa agua y jabón durante 20 segundos. Si no hay agua, usa un gel con 60% de alcohol.

Evita tocarte la cara. Sé consciente cuando tocas el móvil, la nariz o la boca después de estar en lugares públicos.

Ventila los espacios. Abrir ventanas aunque haga frío reduce la concentración de virus en el aire. Si puedes, hazlo varios minutos cada pocas horas.

Cuando tengas síntomas, quédate en casa. Esto evita que pases el virus a los demás. ¿Es incómodo? Sí. Pero es responsable.

Cuida tu sueño y estrés. Dormir bien y gestionar la ansiedad mejora tu respuesta inmune. No es garantía, pero ayuda mucho.

Vacúnate contra la gripe si te corresponde. La vacuna no previene todos los resfriados, pero sí reduce el riesgo de complicaciones por influenza, que confundimos a veces con un resfriado fuerte.

Pequeños hábitos para la vida diaria

Lleva pañuelos desechables y deposítalos en la basura al usar. Evita compartir cubiertos y botellas en reuniones. Desinfecta superficies de uso común cuando sea posible: el teclado del trabajo, la mesa del comedor, el teléfono.

Un truco práctico: limpia el teléfono al menos una vez al día. Lo tocamos constantemente y suele ser un vector silencioso. Otro: si vas a visitar a personas vulnerables, evita hacerlo si tienes síntomas, aunque parezcan leves.

No subestimes la hidratación. Beber suficiente agua ayuda a mantener mucosas más lubricadas y funcionales. No es mágico, pero suma.

Si quieres una regla fácil: más distancia y más ventilación cuando haya gente con síntomas. Menos tocarse la cara. Más higiene básica.

Y recuerda: el frío no hace que te resfríes en el sentido directo. Lo que importa es la exposición a virus y cómo está tu cuerpo para defenderse.

Al final, es una buena noticia. No tienes que temer al abrigo ligero. Puedes salir a la calle, disfrutar del aire fresco y tomar decisiones prácticas para cuidarte. ¿No es un alivio?

La próxima vez que alguien culpe al clima por su resfriado, comparte esto con calma. A veces una conversación sencilla vale más que un abrigo extra. Y si te resfrías, sé amable contigo mismo: descansa, hidrátate y evita contagiar a otros. Aprender a distinguir causa y contexto nos hace vivir mejor, y con menos culpa por un poco de viento en la cara.